jueves, 13 de diciembre de 2007

Juan Pestañas

De niño decía que las pestañas se me enredaban. Y era cierto, desde pequeño los pelos sobre mis párpados alcanzaba longitudes insólitas. Ninguno de mis compañeros en las distintas escuelas en las que transité dejo de notarlo; ni para bien ni para mal. Algunos las encontraban simpáticas, incluso coquetas, a algunos les parecían afeminadas o vulgares. Claro que todo esto me tentó a tomar unas tijeras y terminar con el asunto de una vez por todas, pero no lo hice. En la universidad, cuando nos pretendemos más civilizados que nunca, nadie se ha pronunciado al respecto. De todos modos, las opiniones ya se me resbalan: mis pestañas son mías y, feas o bellas, somos compañeros en esta vida. Han estado conmigo cuando lagrimeo por el amor, pero también en los luminosos días de sol. Por supuesto, nunca olvidaré los bochornos que sufría cuando en los primeros años del colegio la maestra ponía en la grabadora esa canción de Crí-Crí que ya tanto temía: Juan Pestañas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

awww debiste sufrir mucho!! y que paso al final!?