viernes, 14 de diciembre de 2007

Indecision


Ahora mismo me alistó para la fiesta de Navidad en mi universidad, pero no sé que ponerme. Estadísticamente, éste es un mal más propio de las mujeres. Pero en mi horrible caso la incapacidad de elegir el atavío correcto, o cualquiera, me asalta como si fuera yo la misma Eva. Hace meses que no perdía dos horas en el trajín del ropero al espejo, y de vuelta, y de vuelta. Registrar el suceso en Escalera me hace perder aun más tiempo, pero con esto no hago más que rememorar una antigua técnica que me inculcó mi papá: dibuja tus monstruos; exteriorízalos y después aplasta el papel y tíralo a la basura, así desaparecerán.

Para empeorar las cosas, tengo que pasar los siguientes setenta y cinco minutos en la actividad que los sicólogos y los economistas de la felicidad han señalado como "la" más penosa (en la primera acepción que la Real Academia le da a esta voz): commuting, es decir, viajando al trabajo (o, en mi caso, a la escuela), que hoy, sólo hoy, me parece el mismísimo purgatorio.

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