lunes, 17 de diciembre de 2007

El subrayado y el pudor


El subrayado y el pudor

Los lectores somos una cofradía extraña. No hay reuniones ni saludos secretos entre nosotros. Es más, pocas veces nos conocemos cara a cara. Nuestra única comunicación se realiza sólo mediante eso que nos une: los libros. (En los tarjetones de los libros de las bibliotecas, que registran a los culpables de cada lectura y nos permiten reconocer a nuestros cómplices; en las odiosas anotaciones en tinta a los márgenes de las páginas…). Sólo a veces alguien deja escapar en la conversación un verso o una cita que reconocemos y no resistimos la tentación de saludar al compañero de ruta. Pero tampoco es que necesitamos más que eso: en los libros pueden contenerse millones de mundos, y siempre revelan una intimidad que abruma.

Cuando recibo en préstamo el libro de alguien, me sorprendo cuando han dejado sus subrayados sin ningún pudor, como si descuidar esa intimidad no equivaliera a descubrir el cuerpo desnudo a un amigo que es eso, sólo un amigo. Y es que subrayar es confesar. Subrayar es desnudar los pensamientos que nos rondan por la cabeza pero que por inefables sólo descubrimos al mundo cuando encontramos que otro lo ha dicho, no mejor, sino, más importante, exactamente.

Los lectores somos una cofradía extraña y sin pudor; mientras guardamos silencio nos comunicamos y lo que buscamos ocultar lo desnudamos sin temor.

2 comentarios:

elena dijo...

Me ha encantado este texto y me gusta mucho cómo has tratado el tema. He de confesar que yo "ensucio" mucho los libros que leo, de hecho no puedo leer sin un lápiz en la mano. Y, sí, luego presto los libros y me averguenzo de mi desnudez ante los demás. Pero no lo puedo evitar: para mí subrayar también es, cómo decía Cortázar, "mantener un diálogo privilegiado con el autor".

Anónimo dijo...

Me gusta mucho este texto, lo he citado en mi blog.