miércoles, 26 de diciembre de 2007

1995, el año que lo pasamos juntos

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Hicimos el amor desde que amanecimos, sobre una cama cubierta de sábanas floreadas: lo único que perturbó el silencio de la casa fue nuestra batalla. Tu olor, junto con la huella leve de tu cuerpo, se quedo estampada entre ellas. Fumé y tomé un vasito de tequila sobre la mesa de noche, bañada de cenizas. Tu fuiste la primera en rendirte al sueño; yo no lo logré, desvelado por la forma en que tu piel se mecía en el sueño.

Cuando te levantaste, ya cerca de las cinco de la tarde, la luz se coló entre las cortinas de encaje y pegó sobre tu espalda, resbalando por tus nalgas. (Volví a tener una erección pero, agotado, fingí estar dormido). Luego, cruzaste las habitaciones hasta llegar a la cocina de mosaicos amarillos donde, esperando a que se calentara el café, leíste desnuda, detenidamente, mi librito de poemas de Luis Cernuda sobre la mesa del comedor. Vi que sonreíste al encuentro con una de sus páginas; lo soltaste y te serviste una taza. Volteaste a verme, pero concluiste, me conoces bien, que me habías derrotado.

Por veinte minutos bebiste a sorbos ese café con la vista perdida en la ventana; el sol lavando las sombras de tu rostro. Mientras, imagine qué sabría sentir su licor caliente recorriéndome, pero convertido en ti. Quise ser tú.

Marzo de 1995

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