jueves, 3 de enero de 2008

Biblioteca como elefante

Una de mis más grandes ilusiones es la de formar al paso del tiempo una biblioteca enorme y viva, como elefante. Por ahora, mis libros no tienen ninguna ubicación especial; los que compro van extendiendo su imperio por todos los rincones de mi cuarto y aun por los dos pisos de la casa, sin ningún concierto. Algunos aparecen en el cuarto de baño, y aun otros se asoman detrás de la televisión o del estéreo en la recámara de mi hermana. Aun así, tengo la idea de un día honrarles con un cuarto propio. Al principio, mi proyecto era vago, y me perdí en la adquisición (“comprar” o “robar” serían verbos mezquinos e injustos) de ediciones tiñosas que ahora se despedazan en mis manos si acaso me atrevo a tocarlas. He comprendido, sin embargo, que lo mejor es ahorrar y gastar en unos pocos y valiosos libros. En esta segunda fase, mis abrevaderos han sido las hermosas y densas ediciones de la editorial Acantilado, las multicolores y festivas de Siruela, y las no por sobrias menos estimables de la legendaria Gredos, la del ciervo dorado en el lomo. Así, la velocidad de mi biblioteca es la de los caracoles, pero confío felizmente en que el tiempo premie su rigor.

No sé precisamente porque quiero un espacio especial para mis libros; nunca he tenido uno, y de todos modos he disfrutado leyendo en la fiesta del transporte público o encaramado en los sillones de la sala. Me gusta preciarme de no ser, al menos en este respecto, quisquilloso, y me gusta creer que soy fiel al ejemplo de Plinio, quien, disponiendo de un estudio y biblioteca justo encima de un complejo de baños públicos, de donde sobra decir que surgían incontables chapotazos y gritos, continuaba de buen grado y sin disminuirla en un solo ápice, la actividad lectora. Concluyo entonces que fue la lectura de un artículo que reseña un libro reciente de Alberto Manguel (“Leer será en el futuro un acto de rebeldía”, en El País), La librería de noche (Alianza), donde se tratan las infinitas formas de las bibliotecas (de la imponente Biblioteca de Alejandría del siglo III a.C., hasta los borricos pero ambulantes biblioburros de Colombia), la que me ha despertado el hambre por la bizarra y prodigiosa intimidad de las bibliotecas privadas, sólo equiparable a la que podría dar un laberinto que, en lugar de extraviarnos, se nos somete dulcemente como residencia y espacio propio.

El espacio de Alberto Manguel es un buen ejemplo de lo que digo: “se llama Le Presbytère y está situado en Mondion, un pueblecito cerca de la ciudad francesa de Poitiers, encaramado en una colina al sur del Loira. Lo que Manguel encontró en esta antigua propiedad de la Iglesia, que perdió sus posesiones después de la Revolución Francesa, era apenas un muro que la separaba de la propiedad colindante. Hoy es una magnífica nave construida en piedra arenisca, contigua a la cual está la propia vivienda del escritor que queda adosada a los muros con vidrieras de la iglesia del siglo XV. Nada más entrar se aprecia que se trata de la biblioteca de un romántico. Salpicados de detalles y complicidades personales, los anaqueles de la biblioteca se distribuyen en dos pisos. El escritor trabaja en el de arriba, asomado a una vista envidiable sobre su jardín: una amplia pradera con abedules, abetos y pinos de diferentes especies. Manguel hace notar cómo se oye el silencio. Y es cierto que en este lugar épico, en cuyo horizonte próximo se encuentran las tumbas de Leonor de Aquitania y de Ricardo Corazón de León, algo hay de esa cualidad de ultratumba.”

Liga: http://www.elpais.com/articulo/cultura/Leer/sera/futuro/acto/rebeldia/elpepucul/20070113elpepicul_3/Tes

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este es bueno, no lo borres!

Anónimo dijo...

En mis sueños para el futuro (si es que llego a él) también está el de tener mis libros y mis discos en un sanctasanctorum en el que únicamente yo pueda entrar. Me lo imagino revestido de madera, con grandes estanterías, con una chimenea, con una mullida alfombra y con un perro fiel a mis pies.
Tienes razón en eso de comprar libros de ediciones de calidad, me parecen muy buena la editorial El acantilado, aunque son libros caros. Mondadori está sacando, en su colección Grandes clásicos, unas ediciones también muy cuidadas (El gran Meaulnes, El Club Pickwick, La educación sentimental, Las ilusiones perdidas, etc.). Un saludo.

elena dijo...

Tuve la suerte de poder asistir, en 2007, a la presentación que Alberto Manguel hizo en Barcelona de La biblioteca de noche y fue un placer inmenso oírlo hablar en directo. Yo acababa de estrenar blog, y éste fue mi primer comentario sobre libros: La biblioteca como felicidad.