miércoles, 3 de octubre de 2007

Encuentro en Nueva York: conversacion entre Paul Auster y Tomas Eloy Martinez




La literatura es conversación, pero no sólo con los difuntos, como quería Francisco de Quevedo. Para fortuna nuestra, tenemos un puñado de escritores vivos y coleando capaces de transmutar una plática entre amigos en iluminadora digresión. En Encuentro en Nueva York, diálogo sostenido entre dos de los más importantes escritores de la narrativa estadounidense y latinoamericana de los últimos tiempos, Paul Auster y Tomás Eloy Martínez, respectivamente, la tesis del principio no hace más que comprobarse a la vez que los autores reflexionan sobre las distancias entre los universos literarios a los que pertenecen, los avatares de su arte, y las implicaciones del tiempo y la historia sobre esta.

"TEM: -Ese es el quid del asunto y la tarea más compleja del novelista: impregnar de verosimilitud una realidad que solo existe porque la imagina y permitir que los lectores sientan esa realidad imaginada como verdadera. Cuando escribo ficciones, tiendo a creer que todo lo que imagino es real. O tal vez no solo lo creo: lo deseo. ¿Recordás "El narrador", ese ensayo breve de Walter Benjamin que está en la última parte de sus Iluminaciones ?"

"PA: -Por eso escribimos ficciones: para entender. En las novelas podemos rehacernos, empezar desde cero en cada libro nuevo. De algún modo, trabajo contra todo lo que hice antes. Esa es la aventura de escribir: la novedad. Nunca has escrito este libro antes, en consecuencia tenés que enseñarte cómo hacerlo a medida que avanzas. Siempre me siento un principiante. Y el pasado no afecta en absoluto. El hecho de que haya escrito otros libros no significa nada. Cada vez que comienzo algo, soy nuevo. Si sintiera que estoy escribiendo de algún modo el mismo libro que he escrito antes, sin darme cuenta, sería terrorífico. Realmente aterrador. ¿No te pasa lo mismo?"

"PA: -En los Estados Unidos, si bien no hemos tenido una dictadura, vivimos desde hace mucho tiempo en estado de desinformación. No conocemos la verdad de lo que está sucediendo. La prensa juega en esto un papel muy importante, porque ha improvisado su agenda al ritmo de las políticas del gobierno. Hace poco, por ejemplo, The Washington Post publicó un artículo extenso, en varias partes, sobre [el vicepresidente Dick] Cheney y todas sus manipulaciones y sus actividades ilegales, y un lector envió una carta al Post diciendo: "Bueno, estoy muy contento por haber leído este informe sobre el vicepresidente pero, ¿no llega unos seis años tarde? ¿Dónde estaban los periodistas mientras esto sucedía?". La prensa ha seguido la corriente del gobierno y es una de las razones por las cuales estamos en problemas hoy. Siri y yo hablábamos de la elección, nos preguntábamos a qué candidatos preferíamos, y de pronto me di cuenta de que no sabemos quiénes son realmente. No sabemos nada, excepto lo que leemos en la prensa."

"TEM: - Don Quijote es inagotable. Podríamos hablar días y días de ese libro que las imperfecciones convierten en perfecto. Siempre me ha sorprendido que Cervantes haya tratado de convencer al lector de que el Quijote era una traducción. Lo hizo para desaparecer como autor. No hay autor, el autor es otro, un árabe desconocido, no un novelista sino un historiador, Cide Hamete. La gran novela de la lengua castellana -y acaso la Gran Novela, a secas- se presenta, así, como una novela traducida. Esa observación permite varias hipótesis de lectura. La primera, ajena por completo a las intenciones de Cervantes, incorporaría el Quijote a un corpus de obras detrás de cuya voz original hay, se supone, otra voz. Es lo que pasa con los cinco primeros libros de la Biblia y con el Corán, porque traducen la voz de Dios. Sin embargo, Cervantes elimina todo asomo de autoridad y mantiene siempre la voz del autor -su voz- en estado de indecisión. La idea tradicional de autor suponía que este se ubicaba siempre en el pasado de su propio libro. Cervantes, sin embargo, sobre todo en la segunda parte, publica los hechos antes, durante o después de que sucedan, dejando la impresión de que hay siempre un ojo que lee los pensamientos, los deseos y los actos más secretos de los personajes. Los personajes viven por su cuenta."

Versión completa en La Nación: http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=932501

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